Inicio

 

Alí Chumacero y Jorge González Durán

Con motivo del centenario de su nacimiento, la Biblioteca de México celebró la vida de dos de los editores, poetas y gestores culturales más relevantes de la segunda mitad del siglo XX mexicano: Jorge González Durán (Guadalajara, Jalisco, 7 de julio de 1918 – Ciudad de México, 16 de agosto de 1986) y Alí Chumacero (Acaponeta, Nayarit, 9 de julio de 1918 – Ciudad de México, 22 de octubre de 2010).

Un despertar literario:
Alí Chumacero y Jorge González Durán
en la revista Tierra Nueva

 

Galería Abraham Zabludovsky

1. Introducción

Con motivo del centenario de su nacimiento, la Biblioteca de México celebró la vida de dos de los editores, poetas y gestores culturales más relevantes de la segunda mitad del siglo XX mexicano: Jorge González Durán (Guadalajara, Jalisco, 7 de julio de 1918 – Ciudad de México, 16 de agosto de 1986) y Alí Chumacero (Acaponeta, Nayarit, 9 de julio de 1918 – Ciudad de México, 22 de octubre de 2010). Gran parte de su vida, Jorge González Durán trabajó en la Secretaría de Educación Pública donde organizó el “Tercer Congreso Nacional de Bibliotecas y Primero de Archivistas”, antecedente directo de la fundación de la Escuela Nacional de Biblioteconomía y Archivonomía en 1988. Por su parte, Alí Chumacero dedicó gran parte de su vida al Fondo de Cultura Económica, en donde, entre otras tareas, ayudó a la creación y preparación de colecciones que hoy día siguen creciendo como: Lengua y estudios literarios, Letras mexicanas y Breviarios.

Jorge González Durán

Alí Chumacero

De 1940 a 1942, durante sus años universitarios y junto a José Luis Martínez y Leopoldo Zea, González Durán y Chumacero editaron Tierra Nueva, la revista literaria de los alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Tierra Nueva
Tierra Nueva
Tierra Nueva

Por un lado, Jorge González Durán fue quien tuvo la idea de editar una revista, por lo que consiguió el apoyo económico para fundarla, convocó al resto de los editores y nombró la revista. Por otro lado, Alí Chumacero se encargó del diseño editorial y tipográfico de la revista, además de la edición de los textos. Tierra Nueva contó con la influencia de los intelectuales españoles recién llegados a México y recibió colaboraciones de plumas consagradas de la literatura mexicana. Para la crítica, ésta fue una publicación inclusiva y con contenidos de alta calidad literaria.

En esa etapa de su vida, González Durán y Chumacero no sólo incursionaron en la edición sino que se iniciaron como poetas. A pesar de que ambos publicaron pocos libros de poesía, pronto sus talentos fueron reconocidos por la crítica, razón por la cual formaron parte de varias antologías de poesía de la época.

Máquina de escribir de Alí Chumacero con fragmento de Poema de amorosa raíz.

Si bien ninguno de los dos se asumió sólo como poeta, a partir de su trabajo en Tierra Nueva dieron sus primeros pasos en la creación literaria, cuya huella quedó profundamente marcada en nuestra historia literaria. En aquella revista ambos definieron su relación con la literatura y con la cultura mexicana. No obstante, también es posible apreciar su trayectoria literaria en sus colaboraciones publicadas en otras revistas de la época, como Letras de México y El Hijo Pródigo, por mencionar unas cuantas.

En esta exposición el espectador pudo situarse en el contexto que vivieron los homenajeados durante sus años formativos en Tierra Nueva; conoció a los maestros y lecturas que cultivaron en ellos la pasión por la literatura, así como los aportes de cada uno al campo literario mexicano.

En el Patio de los Escritores, se presentó la revista Tierra Nueva y otras publicaciones periódicas en las que González Durán y Chumacero también colaboraron. Buena parte de los materiales que fueron expuestos pertenecen al Fondo Reservado Jorge González Durán y a la Biblioteca Personal de Alí Chumacero, ambas resguardadas en la Biblioteca de México.

2. Contexto

Maestros y lecturas

Como alumnos de la Universidad de Guadalajara, y luego de la Universidad Nacional (hoy Universidad Nacional Autónoma de México), Jorge González Durán y Alí Chumacero compartieron las mismas guías intelectuales. Tanto sus profesores como sus lecturas ayudaron a definir la estética de la revista que editaron, Tierra Nueva, así como las formas y contenidos de sus respectivas obras poéticas.

Desde la época en que estudió en la Universidad de Guadalajara, Alí Chumacero comenzó a crear la biblioteca que influyó en la primera sensibilidad literaria tanto de él como de sus amigos José Luis Martínez y Jorge González Durán. Leyeron a los novelistas rusos y españoles, la colección de los Clásicos de José Vasconcelos, a Amado Nervo y a Enrique González Martínez. Juntos entraron al mundo de la poesía mediante Pedro Salinas, Xavier Villaurrutia y Carlos Pellicer.

Jorge González Durán, Xavier Villaurrutia y Octavio Paz en Los Berros (Xalapa, 1942),
foto de Lola Álvarez Bravo

Su formación en literatura mexicana y española en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM fue de la mano de profesores como Julio Torri, Manuel Toussaint, Julio Jiménez Rueda y Manuel González Montesinos. Se acercaron a los escritos de Ovidio y Horacio, a los viejos cancioneros, a la Generación del 27 y a la poesía del grupo Contemporáneos.

Después de la llegada a México de los españoles exiliados a raíz de la Guerra Civil Española (1936-1939) conocieron, entre muchos otros, a José Gaos, a Enrique Díez-Canedo y a León Felipe, quienes además de apoyar a los jóvenes en las etapas iniciales de la planeación de su revista, también se unieron a la larga lista de colaboradores.

Xavier Villaurrutia y Enrique González Martínez se convirtieron en guías poéticas tanto de Alí Chumacero como de Jorge González Durán. Su influencia es particularmente visible por la presencia constante de tópicos como el silencio, el sueño, la soledad, el tiempo y la muerte.

3. Jorge González Durán y Alí Chumacero, a cien años

 

Jorge González Durán (Guadalajara, Jalisco, 7 de julio de 1918 – Ciudad de México, 16 de agosto de 1986)

Poeta, gestor cultural y diplomático, comenzó sus estudios en leyes en la Universidad de Guadalajara donde conoció a José Luis Martínez y a Alí Chumacero. Diferencias políticas en la Universidad lo obligaron a mudarse a la Ciudad de México en mayo de 1938, donde continuó sus estudios en la Universidad Nacional. Posteriormente se inscribió con sus amigos de juventud a la Facultad de Filosofía y Letras.

En Tierra Nueva se pueden leer los primeros poemas de González Durán; fue el autor del primer suplemento de la revista titulado Seis asonancias y un epílogo, publicado en el primer número de enero a febrero de 1940. Esos poemas fueron el germen de Ante el polvo y la muerte, el primer y único libro de poesía que publicó en vida. Bajo el sello de la Imprenta Universitaria y con ilustraciones de Julio Prieto, salió a la luz en 1945, un año después de haber ganado el Premio Nacional de Literatura.

Jorge González Durán compartió con sus amigos, José Luis Martínez y Alí Chumacero, el interés por resguardar los materiales bibliográficos y hemerográficos del país. Estaba convencido de la necesidad de contar con un personal adecuado en las bibliotecas, así como de una escuela que formara a profesionales en dichas áreas. De ahí su injerencia en la aprobación del Proyecto para la Creación de la Escuela Nacional de Bibliotecarios y Archivistas y en la puesta en funcionamiento de la Biblioteca de México en 1946.

A partir de la década de los cincuenta, sus intereses profesionales giraron hacia la diplomacia y, paulatinamente, se alejó del medio literario. No obstante, casi hacia el final de su vida retomó la escritura de poesía, aunque de manera privada. Su obra inédita se dio a conocer póstumamente gracias a su familia y amigos en el tomo de su poesía completa publicado por el Fondo de Cultura Económica en 1988 y bajo el título de Desareno, precedido de Ante el polvo y la muerte.

Alí Chumacero (Acaponeta, Nayarit, 9 de julio de 1918 – Ciudad de México, 22 de octubre de 2010)

Poeta, ensayista, crítico, traductor, editor, corrector y tipógrafo. A los 11 años se mudó a Guadalajara, donde concluyó la primaria, cursó la secundaria y parte de la preparatoria. Llegó a la Ciudad de México en junio de 1937; realizaba visitas frecuentes a las bibliotecas públicas y asistía de oyente a los cursos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional, donde posteriormente se inscribió a la licenciatura de literatura.

El suplemento del número 6 de Tierra Nueva, correspondiente a los meses de noviembre a diciembre de 1940, consta de una primera selección de poemas que más tarde se transformó en su primer libro de poesía: Páramo de sueños, publicado por la Imprenta Universitaria en 1944. Ese mismo año su libro recibió el Premio Rueca a la mejor obra de creación literaria. Su segundo libro de poemas, Imágenes desterradas, fue publicado en 1948, y el tercero y último, Palabras en reposo, en 1956.

La experiencia que adquirió como tipógrafo de 1940 a 1942, es decir durante la publicación de Tierra Nueva, fue decisiva para su desempeño en el ámbito editorial mexicano por más de cincuenta años. Destaca su labor en el Fondo de Cultura Económica, institución a la que ingresó en 1950 y donde fungió como editor, subgerente del departamento técnico, gerente de producción y miembro del consejo editorial.

Fue uno de los principales artífices de la colección Letras mexicanas para la cual se encargó de la recopilación, la tipografía, la corrección de pruebas, la impresión y a veces también del estudio crítico de obras como las de Alfonso Reyes, Juan Rulfo, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, etc.

En 1971 dirigió los primeros 115 volúmenes de la colección SepSetentas.

4. La revista Tierra Nueva

Presentación de la revista

Tierra Nueva. Revista de Letras Universitarias fue publicada en la Imprenta Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México de enero de 1940 a diciembre de 1942. La colección completa constó de 15 números, de los cuales cinco fueron dobles, razón por la cual, físicamente, vieron la luz diez ejemplares. Los fundadores y responsables de su edición fueron los jóvenes de 22 años: Jorge González Durán (1918-1986), Alí Chumacero (1918-2010), José Luis Martínez (1918-2007) y, de 26 años, Leopoldo Zea (1912-2004).

En un inicio, Tierra Nueva se publicaba cada dos meses, pero a partir de su segundo año llegaba a librerías cada cuatro meses. Todos los números, fueran dobles o sencillos, estaban acompañados de un suplemento de poesía impreso a manera de plaquette. Los colaboradores más frecuentes de Tierra Nueva fueron sus cuatro directores; no obstante, también participaron otras plumas destacadas como: Alfonso Reyes, Juan Ramón Jiménez, Efraín Huerta, Alberto Quintero Álvarez, Pina Juárez Frausto, María Luisa Hidalgo, María del Carmen Millán, Andrés Henestrosa, entre otros. El género literario que predominó fue la poesía, seguido por el ensayo, el cuento y la reseña.

En los primeros dos números se presentaron un par de entrevistas, que son fundamentales para comprender la línea de pensamiento y la estética que la revista habría de seguir. Una fue hecha a Xavier Villaurrutia y la otra a Enrique González Martínez, por ser sus maestros y dos figuras que admiraban los jóvenes de la generación de los editores. En estas entrevistas, Tierra Nueva declaró que no era una revista de ruptura con respecto a la tradición literaria que le antecedía. Al contrario, honraba a sus maestros y eran invitados a colaborar en este medio que, en un principio, había sido concebido como una revista de los estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras. A pesar de ser publicada tras la Guerra Civil española (1936-1939), y de que acogieron en sus páginas a algunos españoles exiliados, los poemas y ensayos raramente hablaban de la guerra. Los temas más frecuentes de las colaboraciones consistían en el amor, la angustia, la soledad y la muerte; así como la reflexión en torno a la filosofía, las artes plásticas, la teoría literaria, la reflexión sobre la poesía y la naturaleza.

Se suele decir que Tierra Nueva nunca asumió una postura política en tiempos efervescentes (fue editada durante la misma época que la presidencia de Lázaro Cárdenas, la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial). Pero no hablar de estos temas representa en sí una postura. Para los fundadores de la revista fue más importante escribir sobre el amor y la muerte; es decir, lo que ellos consideraban verdaderamente trascendente por encima de las circunstancias políticas.

Antecedentes de Tierra Nueva

Antes de que se editara Tierra Nueva, en México y España existieron otras revistas literarias que los jóvenes Jorge González Durán y Alí Chumacero leían y admiraban. Una de las primeras revistas que no sólo les llamó la atención a ellos, sino a poetas de distintas generaciones fue Contemporáneos (1928-1931), editada en la Ciudad de México. Gracias a esta publicación, leyeron por primera vez traducciones de autores franceses, ingleses y estadounidenses. Esta perspectiva internacional amplió el panorama de muchos jóvenes que en ese entonces daban sus primeros pasos en el mundo de las letras.

Una revista con la que suele compararse Tierra Nueva por su cercanía en el tiempo fue Taller, ya que se editó casi durante los mismos años, de 1939 a 1941. Taller fue editada por Octavio Paz y muchos de sus colaboradores aparecieron también en Tierra Nueva. No obstante, la diferencia más evidente entre ambas fue su postura ante los sucesos políticos que sucedían en esos años. Los textos que se publicaron en Taller se caracterizaron por su tono contestatario y crítico ante la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, mientras que en Tierra Nueva se privilegiaban los textos que hablaban sobre literatura y filosofía. Octavio Paz recordaba otra diferencia entre las dos revistas: los escritores de Taller frecuentaban bares y cafés, mientras que los de Tierra Nueva se reunían en el jardín de la Facultad de Filosofía y Letras.

En la década de los treinta, también se editaron en España otras revistas que llegaron a manos de los editores de Tierra Nueva y cuya influencia es palpable. Hora de España (1936-1938), por ejemplo, que también guarda semejanzas con Taller, influyó en la manera de editar revistas en México. Los jóvenes de Tierra Nueva quisieron replicar su formato.

Jorge González Durán y Alí Chumacero en Tierra Nueva

Jorge González Durán

Circulan dos versiones sobre quién decidió nombrar la revista. Leopoldo Zea y José Luis Martínez afirmaban que quien había pensado en el título había sido Alfonso Reyes; pero Alí Chumacero, puso punto final a la discusión cuando recordó en una entrevista que:
“el verdadero creador del nombre de la revista Tierra Nueva no fue Alfonso Reyes, sino Jorge González Durán. Habíamos discutido al respecto. Yo había propuesto la palabra ‘Ámbito’, que es el nombre de un libro de Vicente Aleixandre y que me gustaba, porque significaba un lugar en el que se reunían varias personas. Entonces Alfonso Reyes dijo que el nombre más bonito que había conocido de una revista literaria era Tierra Firme, la gran revista que hicieron Federico de Onís, Díez-Canedo y otras gentes. Alfonso Reyes mismo. Un grupo de viejos escritores que entonces no eran tan viejos, claro, que se reunieron en Madrid para hacer esa revista. Cuando Alfonso Reyes dijo eso, Jorge González Durán le dijo: ‘entonces ¿por qué no le ponemos a nuestra revista el nombre de Tierra Nueva?’.”

En gran medida, Jorge González Durán fue el principal responsable de la creación de Tierra Nueva. En 1939 comenzó a planear la publicación con Martínez y Chumacero, pero fue él quien se reunió con el entonces secretario general de la UNAM, Mario de la Cueva, para conseguir los fondos de la revista y un lugar para imprimirla. De la Cueva lo puso en contacto con Francisco Monterde, quien dirigía la Imprenta Universitaria y ahí se imprimió la revista. También fue su idea invitar a Leopoldo Zea a editar los textos filosóficos de Tierra Nueva. González Durán acertó al seguir su intuición y fraguar este proyecto editorial. La existencia de este proyecto la debemos a su papel como gestor cultural.

Si bien hoy día no es muy conocido en el ámbito literario, en su momento, Jorge González Durán fue percibido como una joven promesa para la poesía mexicana. Además, también ejerció la crítica literaria en Tierra Nueva mediante reseñas.

Se ha caído la voz en el abismo
de la espera tan blanca de los lirios.

Tras la red en inviernos desteñida
que solloza la sombra de los pinos,
su rumor desatado por hallarte
lleva nombres y pájaros de frío.

Soledad por las hojas enterrada
lleva sangre de todos los caminos,
sufre rondas perdidas en la boca,
canta el árbol amargo del suspiro.

Es tan lenta su aurora de palabras,
–soledad enterrada por el río.–

Esperando tus ojos en la lluvia
van tan solos sus pasos cristalinos.

Jorge González Durán, Sin título en Seis asonancias y un epílogo,
suplemento núm. 1 de Tierra Nueva, enero febrero de 1940

Alí Chumacero

Alí Chumacero llevó a cabo la formación y la edición de Tierra Nueva. Si bien los directores imprimían los números en la Imprenta Universitaria y podían delegar la toma de decisiones editoriales a quienes manejaban la imprenta, como a los maestros Julio Prieto y Francisco Monterde, Chumacero decidió jugar un papel activo en ese proceso. Él mismo decía:

“yo me metía todos los días a la formación de la revista y entonces aprendí cómo se forma una revista, cómo se imprime, cómo se corrige, qué cosa es la corrección de estilo. […] Y se va aprendiendo físicamente, al lado de las mesas de plomo [...] cómo se hace un libro.”

En esa época, publicar una revista literaria resultaba muy útil para dar a conocer fragmentos de la obra de diversos autores, sin recurrir a la costosa publicación de un libro. Las revistas, como los libros, se editaban en imprentas, de manera mecánica y manual, por lo que pueden ser vistas como objetos artesanales, cuyo cuidado y detalle de edición requerían de un ojo sagaz y experimentado.

Sin estos años de aprendizaje en Tierra Nueva, es probable que la labor posterior de Alí Chumacero como director de otras revistas literarias o en su puesto de gerente general en el Fondo de Cultura Económica no hubiera seguido el rumbo que tomó. La formación física de Tierra Nueva le permitió acercarse a la literatura desde otra perspectiva: su aspecto material.

Además de aprender el oficio tipográfico en Tierra Nueva, Chumacero se forjó como poeta y como crítico literario. Sus primeros pasos como poeta se pueden observar en algunas de sus colaboraciones, como en su célebre “Poema de amorosa raíz”, que se publicó por primera vez en el número 1 de la revista.

Antes que el viento fuera mar volcado,
que la noche se unciera su vestido de luto
y que estrellas y luna fincaran sobre el cielo
la albura de sus cuerpos.

Antes que luz, que sombra y que montaña
miraran levantarse las almas de sus cúspides;
primero que algo fuera flotando bajo el aire;
tiempo antes que el principio.

Cuando aún no nacía la esperanza
ni vagaban los ángeles en su firme blancura;
cuando el agua no estaba ni en la ciencia de Dios;
antes, antes, muy antes.

Cuando aún no había flores en las sendas
porque las sendas no eran ni las flores estaban;
cuando azul no era el cielo ni rojas las hormigas,
ya éramos tú y yo.


Alí Chumacero, “Poema de amorosa raíz”,
Tierra Nueva, núm. 1, enero-febrero de 1940.

Suplementos de poesía

Al final de cada ejemplar de Tierra Nueva se regalaba un suplemento de poesía. Estos suplementos se editaban a manera de plaquette, es decir como pequeños libros de fácil circulación. La publicación de estos libros de poesía fue importante para lograr el prestigio que después obtuvo la revista. En ese espacio se publicó el único libro de poesía de José Luis Martínez, Elegía por Melibea y otros poemas y se publicó una versión extensa de Bajo tu clara sombra de Octavio Paz, sólo por mencionar algunos.

Sobre la idea de hacer un suplemento Alí Chumacero recordó en una entrevista:

“En España se hizo una revista, que yo tengo, llamada Hora de España. Es muy conocida, y los últimos números acabaron por hacerse en Valencia; porque la barbarie iba ganando el territorio español. En Hora de España aparecía un suplemento de poesía unido a la revista. Entonces a mí se me ocurrió lo mismo, hacer un pequeño suplemento padrísimo en nuestra revista. El criterio que empleábamos para hacer una plaquette era el prestigio del autor, pero sobre todo la calidad literaria de los poemas”.

5. Después de Tierra Nueva

Tras el fin de Tierra Nueva en diciembre de 1942, Jorge González Durán trabajó para instancias gubernamentales como la Secretaría de Educación Pública. A pesar del giro que dio su vida, nunca abandonó su pasión por la literatura. Su avidez por coleccionar libros fue algo que lo acompañó hasta sus últimos días. Como lo demuestra la colección de libros albergados en el Fondo Reservado de la Biblioteca de México, Jorge González Durán tenía un gusto predominante por leer poesía de autores franceses, alemanes, ingleses y estadounidenses no sólo traducidos al español, sino en su lengua original.

También fue un gran lector de filosofía griega y alemana, así como de Pushkin y Dostoievski. La historia de México fue otro gran tema que le interesó y que cultivó en sus lecturas. De ello se puede destacar su atracción particular por las culturas prehispánicas e indígenas, de las que también tiene una colección abundante.

Durante los años de Tierra Nueva, la figura de Jorge González Durán estaba presente en el ámbito cultural mexicano. Por esa razón, en periódicos y revistas de la época es posible leer algunos de sus poemas en estos medios. Su ausencia en ellos se dio con el paso del tiempo.

Por su parte, Alí Chumacero dirigió las revistas El Hijo Pródigo y Letras de México, en donde también colaboró profusamente. El nayarita se volcó al mundo editorial y a él debemos la creación de colecciones como SepSetentas, Breviarios y Letras Mexicanas. Si bien publicó solamente tres libros de poesía, habría que aclarar que la mayor parte de sus escritos se encuentran desperdigados en los centenares de contraportadas, solapas y prólogos que redactó para el Fondo de Cultura Económica.

Tierra Nueva fue un espacio de práctica invaluable para la literatura mexicana del siglo XX, ya que en sus páginas ensayaron sus textos tanto algunas de las figuras más influyentes de la época, como los jóvenes escritores que apenas se iniciaban en el mundo literario. Incluso la influencia de Tierra Nueva en otras publicaciones posteriores es innegable. La revista Rueca es un claro ejemplo de lo anterior. Esta publicación fue fundada en 1941 y estuvo liderada por un grupo de alumnas de la Facultad de Filosofía y Letras, varias de las cuales ya habían colaborado en Tierra Nueva. Las editoras, entre las que se encontraban Carmen Toscano, Emma Saro, María del Carmen Millán, Pina Juárez Frausto (futura esposa de Jorge González Durán) y María Ramona Rey, fueron pioneras en el ámbito editorial, que en ese momento estaba dominado por la presencia masculina.

Pero más allá de la influencia que pudieron incitar en otras publicaciones, la experiencia de editar Tierra Nueva significó un parteaguas en el proceso de formación de sus directores. Probablemente sin esa oportunidad, su legado no hubiera alcanzado un nivel tan próspero como lo logró.

Tanto a Alí Chumacero como a Jorge González Durán, Tierra Nueva les permitió acercarse a la literatura más que como una profesión, como una forma de vida, que nunca abandonaron.

Fragmento del audio de la inauguración de la exposición donde participaron: Marco Antonio Campos, Óscar Mata, Jorge Humberto Chávez, Luis Chumacero y Bernardo Ruíz.

 

Los materiales de esta exposición fueron tomados, en su mayoría, de la Biblioteca Personal Alí Chumacero y el Fondo Jorge González Durán. No dudes en consultarlos cuando acudas a la Biblioteca de México.

Si te interesa conocer más sobre la labor de Jorge González Durán y Alí Chumacero en el campo de las letras mexicanas, o si quieres ahondar en la historia de la revista Tierra Nueva, visita la Enciclopedia de la literatura en México (www.elem.mx), donde encontrarás artículos especializados sobre estos temas. Ahí podrás consultar las referencias de esta exposición.