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José Luis Martínez

Nacido en Atoyac Jalisco el 19 de enero de 1918. Arquitecto de la literatura mexicana, editor monumental y académico discreto: el legado de José Luis Martínez no se limita a una sola disciplina o período de tiempo. Sus grandes obras constituirán siempre un referente fundamental para la literatura e historia mexicana.

Centenario del natalicio de José Luis Martínez
1918-2018

 

Curador de las letras mexicanas: José Luis Martínez es uno de los últimos gigantes intelectuales mexicanos. A la manera de los humanistas del renacimiento, supo conjuntar disciplinas y labores con el objetivo común de apoyar la construcción de la identidad literaria, histórica y cultural de México. Intelectual discreto, su trabajo pasa muchas veces desapercibido para las nuevas generaciones porque justo a la manera de un esqueleto que soporta el cuerpo, yace bajo muchos de los grandes proyectos culturales de nuestra nación, sosteniéndolos pero invisible en la superficie. En el centenario del nacimiento de José Luis Martínez Rodríguez, la Biblioteca de México tiene el honor de presentar una semblanza de su vida, obra y legado.

 

Vida personal

En Atoyac, Jalisco, hacia las siete de la tarde, un 19 de enero de 1918, nació José Luis Martínez Rodríguez. Hijo del doctor Juan Martínez Reynaga y de Julia Rodríguez, de niño pensó que sería poeta y su abuela Isabel Rodríguez lo llamaba “Mi nieto el poeta”. El pequeño José Luis vivió tan solo unos años en Atoyac para luego mudarse a Zapotlán, Ciudad Guzmán, donde fue compañero de banca de Juan José Arreola. En el Colegio “Renacimiento”, tuvieron como maestros a los Aceves, padre e hijo, a quienes José Luis Martínez mencionaría siempre en sus entrevistas; fueron ellos quienes le inculcaron el amor por la lectura y la pasión por los libros. En esa tierna infancia, tuvieron él y Juan José Arreola una religión secreta que llevaba por nombre “La Babucha”. Su ídolo era un pedazo de madera con forma de sandalia a la que hacían pequeños sacrificios.

Años más tarde, conoció en Guadalajara a Alí Chumacero y a Jorge González Durán con quienes tiempo después llevaría a cabo grandes proyectos. Aquella fue la época en que comenzó a llenar sus manos de libros: una de sus librerías favoritas era la Librería Font, en donde podía encontrar ediciones príncipe y rarezas a un precio accesible. José Luis había heredado de sus padres tan sólo dos libros; así, afirmaba con orgullo que había empezado su biblioteca desde cero. Su viaje por la literatura inició con la novela de la revolución y los grandes novelistas rusos. Después añadiría también a su catálogo la novela francesa. Leyó a Paul Claudel directamente en francés sin que nada lo detuviera en su avidez por el conocimiento, incluso si eso implicaba buscar casi cada una de las palabras en el diccionario.

Tras la lectura del poeta francés, inició junto con sus amigos de la época un taller de escritura. Con humildad afirmó de su propia poesía que ésta era prescindible: “No tenía imaginación, menos imaginación creativa. En cambio, sí sabía reconocer qué era literatura y me daba cuenta que tenía cierta capacidad analítica para deshacer los relojes. Fue una buena decisión aprovechar mis limitaciones y defectos.”

Cuando se mudó a la ciudad de México para estudiar, Alí Chumacero y él pasaron leyendo días enteros en la Biblioteca Nacional. José Luis Martínez empezó estudiando medicina, como su padre, pero más adelante dejó la carrera para dedicarse de lleno a la literatura en la Facultad de Filosofía y Letras. Ya en la universidad, Chumacero, Durán y él decidieron publicar una revista: Tierra Nueva. El nombre fue sugerido por su mentor, Alfonso Reyes. Durante ese período tuvo la oportunidad de tender amistad con otros intelectuales importantes de la época, como Octavio Paz y Leopoldo Zea. Contaba don José Luis Martínez que, intentando dar un enfoque filosófico a la revista, además del literario, entraron a las cátedras de Filosofía de José Gaos en la universidad y buscaron al chico que pusiera más atención: fue así que Leopoldo Zea se unió a las filas de la revista.

Fue un investigador incansable: afirmaba que no le gustaba hacer investigaciones a partir de fichas; él prefería que el propio libro y el tema fueran trazando la ruta a seguir. Gustaba del arte de “trufar”, es decir, guardar en los libros recortes, invitaciones, artículos, cosas relacionadas con el autor o el tema del libro. De Alfonso Reyes decía haber aprendido una “curiosidad infinita y la perseverancia”.

Estuvo casado con la coreógrafa Amalia Hernández, con quien tuvo a su hijo mayor del mismo nombre, quien sería también un renombrado diplomático y promotor cultural como su padre. Después de su divorcio contrajo segundas nupcias en 1954 con Lydia Baracs, de Hungría, que después de tocar tierra en distintos países, llegó a México. De este segundo matrimonio, nacieron Rodrigo y Andrea Guadalupe, quienes heredaron de su padre su pasión por los libros y la historia.

"La vocación por las tareas intelectuales es ciertamente una servidumbre voluntaria, un impulso que nos mueve a renunciar a ocios, placeres y diversiones para consagrarnos a nuestros afanes con el pensamiento y con la pluma, a veces en busca de la fama, pero más bien para satisfacer una necesidad de expresión".
JLM

 

Así hablaba don José Luis Martínez sobre el quehacer que llenó su vida entera: la investigación, la escritura, el quehacer académico. Tales productos de la enorme curiosidad que lo movió en vida y que finalmente lo llevó a crear una de las bibliotecas más impresionantes y completas que viera cualquier intelectual mexicano: la biblioteca personal José Luis Martínez, albergada aquí, en la Biblioteca de México.

Adolfo Castañón describió, con motivo de su setenta aniversario, el altar que era su escritorio: al centro y fondo de la sala; una mesa rectangular de madera. Podemos imaginar a don José Luis, elegante, con esas prendas que, según recuerda su alumna Beatriz Espejo, vestía esa noche que tuvo el placer de llevarlo a su casa porque su coche se había descompuesto: “suéteres de cachemira, zapatos Bally, corbatas regimiento, sacos de tweed inglés”.

Noctámbulo y fumador de boquilla, despertaba, dicen alrededor del mediodía y su jornada de lecturas comenzaba entre nueve y diez de la noche. Hablaba suavemente. Sobre su carácter, afirmó Felipe Garrido, que tenía buena voluntad, que durante ese período en el que trabajó en el Fondo de Cultura Económica supo escuchar todas las opiniones, incluso aquellas que no comulgaban con las suyas. Tenía gran afán de conocimiento, era caballeroso y erudito, templado pero lleno de energía, presto a iniciar, desarrollar y a pacientemente dar buen término a obras monumentales.

Sin jamás dejar el resguardo que le daban las letras y la investigación, José Luis Martínez murió el 22 de marzo de 2007, en la Ciudad de México, a los 89 años. Sus cenizas descansan junto a su compañera de vida, Lydia Baracs, en la catedral metropolitana.

 

Labor diplomática

Hombre cosmopolita y nacionalista a la vez, la labor diplomática de José Luis Martínez fue primordial para el crecimiento de la cultura y política de México. Antes de comenzar formalmente sus misiones diplomáticas, pasó en 1951 un período en El Salvador donde fue profesor de literatura en la Universidad del Salvador y funcionario del Ministerio de Cultura. Fungió como embajador de México en Lima, Perú en 1961 y 1962, allí tuvo la oportunidad de disfrutar de uno de los mejores momentos históricos para la cultura peruana; tendió amistad con literatos, intelectuales y artistas como el narrador José María Arguedas, la poeta Blanca Varela, los poetas Sebastián Salazar Bondy y Javier Sologuren, el historiador José Durand y el pintor Fernando de Szyszlo.

En 1963, Jaime Torres Bodet lo visitó en Lima, y al comprender que su invaluable potencial no estaba siendo aprovechado, lo envió a una primera reunión de la UNESCO en París, tras la cual se uniría a la delegación mexicana permanente en Francia, fungiendo como embajador de México ante la UNESCO en París. Durante este período, el acceso a la cultura, bibliotecas, museos e instituciones educativas en Europa enriqueció su espíritu. La experiencia se vertería después en México a su regreso el año siguiente.

Después de permanecer en México de 1965 a 1970, fue nombrado embajador de México en Grecia, de 1971 a 1974; allí se embebería de la cultura helenística e intentaría profundizar su conocimiento de los ideales humanísticos clásicos. Fue también durante su estancia en Grecia que terminó de escribir su biografía de Nezahualcóyotl.

 

Función pública

"Qué afortunado un ser como él, que dispuso de tiempo, edad, lucidez e inteligencia para realizar una obra tan vasta; pero tanto tiempo también para organizar y trabajar por la cultura de México desde muchas instituciones".
Carlos Montemayor

 

De Ayudante Gerente General de Relaciones Públicas de Ferrocarriles Nacionales a diputado federal, o director del Instituto Nacional de Bellas Artes y del Fondo de Cultura Económica, José Luis Martínez se desempeñó como funcionario público en puestos de muy distinta índole: todos guiados, sin embargo, por su amor al conocimiento, a la literatura y a la educación, por su voluntad de servir y darse como intelectual y ser humano al pueblo mexicano.

Desde muy joven supo que en el corazón de la labor como funcionario público se encuentra la educación y el servicio: a escasos 25 años, siendo secretario particular de Jaime Torres Bodet se involucró en la creación de los libros de texto gratuitos. Durante su labor en Ferrocarriles Nacionales, se preocupó por el acceso a la cultura de los usuarios y trabajadores colocando en el cabús de cada tren un pequeño estante con una biblioteca de clásicos. Como diputado federal en campaña con Agustín Yañez, llevó la primera central eléctrica a su pueblo natal en Atoyac, Jalisco. Sin embargo, su labor como funcionario con mayor alcance fue su gestión como Director General del Instituto Nacional de Bellas Artes y del Fondo de Cultura Económica. A lo largo de ésta se publicaron 701 títulos nuevos, se reimprimieron más de mil y se creó la colección Revistas Literarias Mexicanas Modernas, serie que reeditó las revistas literarias publicadas en México en la primera mitad del siglo XX. Ésta es un legado invaluable no sólo para estudiosos de la literatura mexicana sino para cualquier amante de la lectura. Representa con fidelidad un aspecto clave de su labor: su capacidad para recuperar joyas de la historia y literatura mexicanas y salvarlas del olvido.

 

Labor académica y literaria

Escritor, crítico e investigador literario, Gabriel Zaid lo llamó: “El curador de las letras mexicanas”. Su pasión por las letras fue multifacética; como objeto en sí a partir de la edición, como tema de estudio a través de la investigación literaria histórica y como acto creativo por medio de la escritura. Fue un crítico severo y comprometido, capaz tanto de reconocer la valía de sus contemporáneos, como Alí Chumacero u Octavio Paz, como de acusar el aletargamiento de los escritores de su época e incitar a la renovación de la literatura.

 

A los treinta años, era ya autor de muchos de los textos básicos de la historiografía de la literatura mexicana como “La Situación de la literatura mexicana contemporánea”, publicado en el sexto número de Cuadernos Americanos de 1948. José Luis Martínez configuraría las categorías y grupos con los que ahora concebimos las letras del país. Como editor, antologador, y prologuista legó muchas de las más importantes selecciones de obras como las Páginas escogidas de Pedro Henríquez Ureña, las Obras de Manuel Acuña, los cuatro tomos de las Obras de Justo Sierra y los últimos cinco volúmenes de las Obras completas de su maestro, Alfonso Reyes. Su obra abarca desde la monumentalidad enciclopédica hasta obras de avanzada para su época y amuletos para la curiosidad como su antología de textos de literatura universal sobre La luna.

Como resultado natural de su amor por la historia de la literatura mexicana, se fue encaminado hacia la historia, primero con su biografía de Nezahualcóyotl y luego con los seis tomos de El mundo antiguo, misma que continuó con el proyecto educativo de José Vasconcelos: poner a disposición del pueblo mexicano la cultura universal.

Su segunda gran biografía fue la de otra figura clave de la historia mexicana, Hernán Cortes. Académico imparcial y objetivo, los estudios de José Luis Martínez nunca tuvieron como objetivo lavar o condenar figuras; ante la pregunta de si estaba a favor o en contra de Cortés, después de preparar tan arduamente la biografía del conquistador, don José Luis Martínez contestaba severo que estaba únicamente a favor de entender mejor quién había sido éste.

Su labor académica nunca estuvo separada de una visión profundamente humanista y comprometida con el pueblo mexicano. Él mismo cuenta que durante sus visitas a los pueblos de Jalisco, estando en campaña con Agustín Yáñez, conoció a los profesores de literatura del pueblo de Mascota que no sólo enseñaban sino que vestían y apoyaban con su propio salario a sus alumnos: entendió entonces la relevancia vital de la labor académica como educativa.

 

El legado de José Luis Martínez

"Con sus grandes ojos abiertos, José Luis Martínez ha sido digno de sorprender en el bosque de las letras la presencia sutil del unicornio".
Adolfo Castañón

Arquitecto de la literatura mexicana, editor monumental y académico discreto: el legado de José Luis Martínez no se limita a una sola disciplina o período de tiempo. Sus grandes obras constituirán siempre un referente fundamental para la literatura e historia mexicana. Su biblioteca personal, resguardada en la Biblioteca de México, es prueba de su espíritu de mentor de las generaciones futuras y enciclopedista de la historia literaria y cultural de México e Hispanoamérica. En vida, don José Luis Martínez expresó su interés por que su biblioteca estuviera al alcance del público. Ésta constituye una de las más grandes y completas colecciones de literatura hispanoamericana y mexicana y cuenta con uno de los acervos más completos de suplementos culturales y revistas literarias. Tal acervo hemerográfico corresponde a una comprensión del valor cultural de un objeto que es por naturaleza efímero –como lo son las publicaciones periódicas. Don José Luis Martínez fue capaz de comprender la importancia histórica del material hemerográfico como cápsulas del tiempo que cristalizan los esfuerzos culturales de una época.

Sin embargo, quizás su legado más importante es intangible: su lucidez para saber qué era aquello que debía ser resguardado del paso del tiempo para conceptualizarlo, ordenarlo, preservarlo para las futuras generaciones; su valor para emprender tareas monumentales, a sabiendas de que el trabajo debería ser terminado por sus sucesores –estudiantes y seguidores–, dejándoles generosamente mapas tendidos de hacia dónde seguir la tarea.

 

 

Mesa redonda "José Luis Martínez" A cien años de su nacimiento 1918 – 2018

Homenaje por los cien años del nacimiento del destacado ensayista, crítico, académico y editor mexicano José Luis Martínez, con la mesa redonda sobre la importancia de su obra y su vigencia entre las nuevas generaciones. Participan: Enrique Krauze, Eduardo Lizalde, Adolfo Castañón, Javier Garciadiego, Rodrigo Martínez Baracs y Miguel León-Portilla en voz de Angélica Aragón. Biblioteca de México en La Ciudadela, 18 de enero de 2018.

 

 

Ponente

Escuchar

Eduardo Lizalde
Enrique Krauze
Adolfo Castañón
Javier Garciadiego
Rodrigo Martínez Baracs
Texto de Miguel León-Portilla en voz de Angélica Aragón